domingo, 21 de octubre de 2012

LAS MENTIRAS DE LA IGLESIA CATOLICA


En este post tratare de escribir, mas o menos una verdad difernete acerca de la iglesia catolica y el cristianismo, como pueden ver en otro post, ya se encuentra algo de el sexo en la biblia, temas que son tabu para los creyentes y el mismo clero. Dando por un hecho que la iglesia a manipulado al 100% las escrituras divinas o santas o como quieran llamarlas para el beneficio propio y que hasta hoy, hay muchos creyentes ciegos que los siguen defendiendo, aclaro, no soy ateo simplemente es algo que hay que decir y ya.

bueno y empiezo con esto:


DIOS ENTREGO SU LEY AL PUEBLO ELEGIDO, PLAGIANDO LOS TERMINOS DE UN TRATADO DE VASALLAJE HITITA 

La tradición hace comenzar la historia hebrea en el momento en que el patriarca Abraham abandonó Ur (Caldea), 
hacia el año 1870 a.C. o, más probable, durante el reinado del rey babilonio Hammurabi (c. 1728-1686 a.C.), 
para dirigirse con su clan nómada hacia el sur, hasta el borde del desierto de Canaán, asentamiento desde el que, 
un centenar de años más tarde, forzados por el hambre, partirán hacia Egipto, guiados por el patriarca Jacob, 
donde serán esclavizados.

Según la leyenda bíblica, tras la huida de Egipto (probablemente en el siglo XIII a.C.), mientras el pueblo hebreo estaba 
acampado en pleno desierto del Sinaí, Moisés, su líder y guía, que había subido a lo alto de una montaña sagrada, afirmó 
haber oído la voz de Yahveh15 diciéndole las siguientes palabras: «Vosotros habéis visto lo que yo he hecho a Egipto y 
cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, si oís mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis 
mi propiedad entre todos los pueblos; porque mía es toda la Tierra, pero vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y 
una nación santa. Tales son las palabras que has de decir a los hijos de Israel» (Ex 19,4-6); acto seguido, Yahvé le dictó 
su Ley y pactó una nueva alianza —renovando la que hizo con Abraham— que garantizaba el futuro de Israel a cambio de su obediencia 
al mandato divino.

Este supuesto hecho, definitorio para millones de creyentes actuales, pierde algo de su lustre y originalidad si tenemos en 
cuenta que los pactos de alianza entre un sujeto y un dios están documentados arqueológicamente desde épocas anteriores —al menos 
desde el III milenio a.C.— en diferentes culturas mesopotámicas y que, tal como podemos comprobar tras analizar la estructura 
literaria de los pasajes bíblicos que refieren la alianza, resulta que son una flagrante imitación de los tratados de vasallaje 
hititas y de otros pueblos antiguos, de los que se han conservado hasta hoy diversos ejemplares. Los tratados hititas de 
vasallaje, muy anteriores a la época en que fueron redactados los textos hebreos de la alianza,16 presentan todos ellos un 
esquema parecido y formalmente rígido: «Se enuncian en primer lugar los títulos del emperador hitita, luego se hace memoria de 
la historia de sus relaciones con el vasallo con quien se va a sellar el tratado, se enumeran las condiciones que debe cumplir 
el vasallo para permanecer fiel a la alianza y conservar así la protección de su soberano, a continuación se prescribe que el 
texto sea depositado en un templo para recibir lectura en el momento preciso, se mencionan entonces los dioses invocados como 
testigos, para ter-minar con una serie de bendiciones o maldiciones para el vasallo, según que éste respete o viole el tratado. 
»Tanto en Éxodo, como en Josué, 24, y en el Deuteronomio encontramos diversos elementos de este mismo esquema: las obras pasadas 
de YHWH, sus exigencias, la orden de leer el Libro de la Alianza, la invocación de testigos ("el cielo y la tierra", Dt 4,26) 
y las maldiciones y bendiciones. Dios queda así definido frente a Israel como el emperador hitita frente a sus vasallos. 
No obstante, no es preciso pensar que necesariamente se trate de una imitación de fórmulas específicamente hititas, ya que 
el tratado de vasallaje del siglo VIII a.C., que encontramos transcrito en las inscripciones arameas de Sefiré-Sudjin, presenta 
también los mismos elementos.»

Resulta cuanto menos sospechoso que Dios todopoderoso no fuera capaz de redactar un texto de pacto diferente a los tratados de 
vasallaje al uso en la época, ya fueran éstos hititas o de cualquier otra procedencia. En cualquier caso, tras definir esta 
alianza, que pasó a ser el núcleo mismo de la identidad y seguridad del pueblo hebreo, surgió un nuevo problema conceptual 
al que hubo que encontrar una solución salomónica: dado que los hombres, por culpa de su voluntad flaqueante, no eran capaces 
de respetar continuamente lo pactado con Yahveh que, por el contrario, era la perfección y fidelidad absoluta, y que ello debía 
comportar la ruptura del «pacto de vasallaje» con todas sus maldiciones añadidas, se tuvo que dar un paso hacia el vacío 
teológico y se añadieron a Yahveh nociones como las de misericordia y gracia —de las que carecía el dios de los antepasados 
de Israel, el anónimo «dios de Abraham» o «dios del padre»— para asegurarse la khesed (lealtad) divina a pesar de las deslealtades 
humanas.

De hecho, Moisés nunca pudo ser el fundador del monoteísmo judío, tal como se afirma, porque Moisés, fiel a la religión semítica 
de los patriarcas, practicó el henoteísmo, «la monolatría», es decir, no creía que existiese un solo dios sino varios, 
aunque él se limitó a adorar al que creyó superior de todos ellos. Sólo en este sentido pueden interpretarse frases como la del 
canto triunfal de Moisés: «¿Quién como tú, ¡oh Yavé!, entre los dioses?» (Ex 15,11), o la de Jetró, suegro de Moisés: 
«Ahora sé bien que Yavé es más grande que todos los dioses» (Ex 18,11). A más abundamiento, la creencia en otros dioses 
se patentiza cuando el propio Yahveh ordena: «No tendrás otro Dios que a mí (...) porque yo soy Yavé, tu Dios, un Dios celoso» 
(Ex 20,2-5).

Dentro de los relatos bíblicos es una constante casi enfermiza el intentar mostrar, una vez tras otra, que el pueblo de Israel 
goza del favor exclusivo de Dios, de ahí las más que frecuentes referencias a pactos o alianzas, o el relato del supuesto trato 
especialísimo que Dios les dispensa a algunos de los monarcas israelitas (sólo a los triunfadores, que aportan esperanza a Israel, 
claro está; el Dios de esos días no deseaba tener hijos fracasados). De este modo, siguiendo las fórmulas empleadas por los 
escribas egipcios y mesopotámicos para referirse a sus reyes, los escritores bíblicos también presentaron al rey David como algo 
más que un vasallo o un protegido de Yahveh y le hicieron mesías —un título ya usado por Saúl— e hijo de Dios. Así, en el oráculo 
de investidura real se dice: «Voy a promulgar un decreto de Yavé. Él me ha dicho: "Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. 
Pídeme, y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los confines de la tierra. Los regirás con cetro de hierro y los 
romperás como vasija de alfarero"» (Sal 2,7-8). En Sal 89,4 se le ratificó como elegido de Dios20 y en Sal 89,28 se le hizo 
primogénito de Yahveh21 al tiempo que, tal como vemos por el texto de los versículos que aparecen a continuación 
—y por Sal 89,4-5—, se empleó a Dios como excusa para imponer de golpe el principio de la monarquía hereditaria 
(muy ajena a la tradición anterior de los hebreos) y se garantizó el régimen teocrático de cara al futuro.


LOS AUTORES DE LOS LIBROS DEL ANTIGUO TESTAMENTO: TANTAS MANOS INSPIRADAS COMO INTERESES POLITICOS HUBO EN LA HISTORIA ANTIGUA DE ISRAEL

En el curso de las investigaciones sobre la antigua historia israelita, algunos investigadores han llegado a la conclusión de 
que, históricamente, sólo una pequeña parte del antiguo pueblo israelita se convirtió realmente en esclavo de Egipto. 
Quizá sólo fueron los levitas. Después de todo, es precisamente entre los levitas donde encontramos gentes con nombres egipcios. 
Los nombres levitas de Moisés, Hofni y Fineas son todos egipcios, no hebreos. Y los levitas no ocuparon ningún territorio 
en el país, como hicieron las otras tribus. Estos investigadores sugieren que el grupo que estuvo en Egipto y después en el 
Sinaí adoraban al dios Yahvé. Después, llegaron a Israel, donde se encontraron con las tribus israelitas que adoraban al dios Él. 
En lugar de luchar para decidir qué dios era el verdadero, los dos grupos aceptaron la creencia de que Yahvé y El eran un mismo 
Dios. Los levitas se convirtieron en los sacerdotes oficiales de la religión unificada, quizá por la fuerza o bien por medio de 
la influencia. O quizá no fue más que una compensación por el hecho de no poseer ningún territorio. En lugar de territorio 
recibieron, como sacerdotes, el diez por ciento de los animales sacrificados y las ofrendas.


DE COMO UN ESCRIBA, SIN PRETENDERLO, CREO EL DIOS JUDEOCRISTIANO DE LA BIBLIA

Por poco crítico que uno sea, resulta muy difícil entrever la inspiración o autoría de Dios en textos que no pasan de ser la prueba 
de duros enfrentamientos por el poder, entre facciones sacerdotales rivales que intentaban asegurarse para sí los máximos 
beneficios económicos posibles, en los que no hubo el menor escrúpulo en falsear textos y atribuirlos a Moisés/Yahveh, en usar el 
nombre de Dios para dotar de autoridad a meros intereses personalistas, cuando no a claras perfidias, en conformar profecías 
sobre hechos ya sucedidos, etc. Los héroes bíblicos de esos días no fueron menos materialistas, corruptos o falsarios de lo que 
puedan serlo los dirigentes de la humanidad actual, aunque, también como hoy, no puede descartarse la presencia entre ellos de 
algún que otro santo varón. Por lo que hemos visto hasta aquí, podemos estar seguros, al menos, de alguna de estas dos 
posibilidades: o bien Dios jugó a hacer política, sumamente partidista, con los hombres, o bien éstos hicieron política usando a 
Dios (y no en vano, claro está).

Para afirmar lo anterior y para identificar
 al sacerdote (aarónida), legislador y escriba Esdras como la persona que los analistas de los textos bíblicos bautizaron hace 
ya tiempo como «el redactor», el responsable de haber combinado las cuatro fuentes diferentes para elaborar el Pentateuco que ha 
llegado hasta nuestros días.40 Pero quizá lo más sustancial e inesperado de esta mezcla dé textos es que acabó por diseñar 
una nueva imagen de Dios que, sin ser la identidad en la que creían los escritores bíblicos, quedó fijada como la identidad 
divina en la que se empezaría a creer desde entonces. «Cuando el redactor combinó todas las fuentes 
—concluye Richard Elliott Friedman, también mezcló dos imágenes diferentes de Dios. Al hacerlo así configuró un nuevo equilibrio 
entre las cualidades personales y trascendentales de la divinidad. Surgió así una imagen de Dios que era tanto universal como 
intensamente personal. Yahvé fue el creador del cosmos, pero también "el Dios de tu padre". La fusión fue artísticamente dramática 
y teológicamente profunda, pero también estaba llena de una nueva tensión. Representaba a los seres humanos entablando un diálogo 
personal con el creador todopoderoso del universo. »Se trataba de un equilibrio al que no tenía intención de llegar ninguno de 
los autores individuales. Pero dicho equilibrio, intencionado o no, se encontró en el mismo núcleo del judaismo y del cristianismo. 
Al igual que Jacob en Penuel, ambas religiones han existido y se han esforzado desde siempre con una divinidad cósmica y, 
sin embargo, personal. Y esto se puede aplicar tanto al teólogo más sofisticado como al más sencillo de los creyentes. 
En último término, las cosas están en juego, pero a todo ser humano se le dice: "El creador del universo se preocupa por ti." 
Una idea extraordinaria, Pero una vez más, tal idea no fue planeada por ninguno de los autores. Probablemente, ni siquiera fue 
ése el propósito del redactor. La idea se hallaba tan inextricablemente inmersa en los propios textos, que el redactor no pudo 
hacer más que ayudar a producir la nueva mezcla en la medida en que se mantuvo fiel a sus fuentes. »La unión de las dos fuentes 
produjo otro resultado aún más paradójico. Creó una nueva dinámica entre la justicia y la misericordia de Yahvé (...). 
La fuente P [sacerdotal] se enfoca fundamentalmente en la justicia divina. Las otras fuentes se enfocan sobre todo en la 
misericordia divina. Y el redactor las combinó. Al hacerlo así, creó una nueva fórmula en la que tanto la justicia como la 
misericordia se encontraban equilibradas como no lo habían estado hasta entonces. Ahora eran mucho más iguales de lo que lo 
habían sido en cualquiera de los textos de las fuentes originales. Dios era tan justo como misericordioso, podía mostrar 
tanta cólera como compasión, podía mostrarse tan estricto como dispuesto a perdonar. De ese modo surgió una poderosa tensión 
en el Dios de la Biblia. Se trataba de una fórmula nueva y extremadamente compleja. Pero fue ésa precisamente la fórmula que se 
convirtió en una parte crucial del judaismo y del cristianismo durante dos milenios y medio (...). »De ese modo, ambas religiones 
se desarrollaron alrededor de una Biblia que representaba a Dios como un padre amante y fiel, aunque a veces encolerizado. .
En la medida en que esta imagen hace que la Biblia sea más real para sus lectores, el redactor alcanzó mucho más éxito de lo 
que quizás había pretendido. En la medida en que la tensión entre la justicia y la misericordia de Dios se convirtió por sí 
misma en un factor importante de la Biblia, en esa misma medida la Biblia ha llegado a ser algo más que la simple suma de sus 
partes.»



DIOS, EN SU INFINITA INMUTABILIDAD, CAMBIO RADICALMENTE SU REVELACION Y DIO EL NUEVO TESTAMENTO


Así, el Nuevo Testamento es la plenitud, el cumplimiento del Antiguo, como éste fue la preparación de aquél. Mas la preparación para la realización de misterios 
tan sublimes debía por necesidad ser larga y trabajosa, ni podía limitarse a un solo pueblo; debía extenderse a todos, que no se trataba de la salud de Israel, 
sino la del género humano. Y para esta preparación era ante todo preciso que el hombre, caído en el pecado por la soberbia, se convenciese por propia experiencia 
de su incapacidad para levantarse de su postración, para alcanzar la verdad y la vida, para lograr aquella perfección y dicha a que aspiraba cuando deseó ser como 
Dios (Gén 3,5). San Pablo llama a estos tiempos siglos de ignorancia, en los cuales Dios, Padre providente, no dejó de acudir a sus hijos para que siquiera a 
tientas le buscasen y se dispusiesen a recibir a aquel por quien tendrían la resurrección y la otra vida (Jn 11,25). De esta preparación corresponde a Israel la 
parte principal, y por ello fue de Dios escogido como pueblo peculiar suyo, dándole la Ley y las Promesas; pero también tocaba su parte a los demás pueblos de la 
tierra; llamados asimismo a gozar de las gracias del Mesías, pues que también son ellos criaturas de Dios (Ex 19,5).» Tras esta parrafada, que se guarece bajo la 
ampulosidad de la jerga teológica para disimular su vacuidad real, cualquier creyente debería darse cuenta de que se ha dado un salto en el vacío de tamaño 
intergaláctico. Los profetas, antes «intermediarios entre Dios y el resto de los humanos», ahora, por voluntad de un neoconverso fanático llamado Saulo de Tarso, 
no son más que ayos, canguros; Dios, a sabiendas, ocultó a su pueblo elegido la futura llegada de su Hijo, el Salvador, les obligó a odiar a las naciones vecinas 
conociendo que su Hijo predicaría justo lo contrarío, les dio una imagen de su persona y atribuciones divinas que ahora modificará en su nuevo testamentum, 
les coaccionó a cumplir leyes y rituales que su Hijo derogará por inútiles, les hará seguir a sacerdotes que en los nuevos tiempos aparecerán como falsos 
—si no herejes—, extenderá su manto protector a toda la humanidad —¿por qué no lo hizo antes? ¿No eran aún criaturas de Dios los demás pueblos de la tierra cuando 
él los proscribió de su «alianza eterna»?—, causando grave quebranto a su pueblo hebreo... Si el Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios que inspiró el Nuevo, 
resulta obvio también que alguien, en una época u otra, ha mentido con desafuero.

Aunque también es posible que los cristianos tengan dos dioses distintos y no quieran darse cuenta de ello. El dios del Antiguo Testamento es caprichoso, 
vengador —a menudo sediento de sangre, ya sea de los suyos o de sus enemigos—, justiciero y obliga al creyente a mantenerse bajo «el temor de Dios»; el del Nuevo, 
por el contrario, es amor, es un padre afectuoso que llama al creyente a la comunión con él. Dado que no es de recibo presentar a Dios con dos personalidades 
tan opuestas —aunque todo cabe en su infinitud—, la Iglesia se ha visto forzada a navegar entre dos planteos teológicos enfrentados y nunca resueltos: 
el que considera el Antiguo Testamento como una doctrina constante e inmutable —que gira alrededor de un Dios violento, severo, moralizante y obsesionado por 
el fiel cumplimiento de su Ley— cosa que obliga a considerar la muerte de Jesús como una más de sus típicas exigencias sacrificiales cruentas; y el que no ve 
en el Antiguo Testamento ninguna doctrina acerca de Dios y lo interpreta como meros relatos hebreos acerca de la intervención divina en su historia, argucia que 
deja abierta la posibilidad de que Dios pueda volver a intervenir en el devenir histórico de una forma más humanitaria y permite ver la crucifixión de Jesús 
como «la entrega amorosa del Hijo por parte del Padre». En cualquier caso, resulta escandaloso que la autodenominada «religión verdadera» se contradiga hasta en 
sus versiones del «Dios único y verdadero». En fin, veamos a continuación el contexto en el que se produjo la inspiración divina del nuevo testamentum, 
justificado en la figura de Jesús de Nazaret y, al tiempo, base y origen del cristianismo en general y de la Iglesia católica en particular.


LA MAYOR PARTE DEL NUEVO TESTAMENTO NO FUE ESCRITA POR APOSTOLES SINO POR RECOPILADORES QUE NO CONOCIERON A JESUS


Es bien sabido por todos que los testigos privilegiados de la vida pública de Jesús fueron los apóstoles, hombres que, según lo refiere Marcos, fueron seleccionados 
por el Mesías de la siguiente forma: «Subió a un monte, y llamando a los que quiso [de sus discípulos], vinieron a El, y designó a doce para que le acompañaran y para 
enviarlos a predicar, con poder de expulsar a los demonios.

Los apóstoles, todos ellos judíos, como el propio Jesús, vivieron tiempos difíciles y maravillosos cuando se vieron llamados a colaborar personalmente con el 
proyecto salvífico que el mismísimo Dios le había asignado a su hijo Jesús. Debieron ser grandes personas, pero de lo que no cabe duda alguna es de que mostraron 
un escasísimo interés —o más bien negligencia grave— en velar por que su valioso e irrepetible testimonio quedara plasmado sobre documentos que recordaran por 
siempre al mundo aquello que fue y ya no volverá a ser hasta el fin de los tiempos.

El Evangelio de Marcos es el documento más antiguo sobre la vida de Jesús de cuantos se dispone, pero Marcos ni fue discípulo de Jesús ni le conoció directamente sino 
a través de lo que, tras la crucifixión, le oyó relatar públicamente a Pedro. El Evangelio de Lucas y los Hechos, del mismo autor, son los documentos fundamentales 
para conocer el origen y desarrollo de la Iglesia primitiva, pero resulta que Lucas, que tampoco fue apóstol, también escribe de oídas, componiendo sus textos a 
partir de pasajes que plagia de documentos anteriores, de diversas procedencias, y de lo que le escucha a Pablo, que no sólo no fue discípulo de Jesús sino que 
fue un fanático y encarnizado perseguidor del cristianismo hasta el año 37 d.C. (un año después de la cru-cifixión de Jesús). Mateo sí fue apóstol, pero una parte 
de su Evangelio lo tomó de documentos previos que habían sido elaborados por Marcos (no apóstol). Queda Juan Zebedeo, claro, que ése sí fue apóstol... pero resulta 
que el Evangelio de Juan y Apocalipsis no son obra de éste sino de otro Juan; fueron escritos por un tal Juan el Anciano, un griego cristiano que se basó en textos 
hebreos y esenios y en los recuerdos que obtuvo de Juan el Sacerdote, identificado como «el discípulo querido» -de Jesús (que no es Juan Zebedeo), un sacerdote 
judío muy amigo de Jesús que se retiró a vivir a Éfeso, donde murió a edad muy avanzada.

La sustancial aportación doctrinal de las Epístolas de Pablo resulta que proviene de otro no testigo que, además, acabó imponiendo unas doctrinas que eran totalmente 
ajenas al mensaje original de Jesús. Pedro, el jefe de los discípulos y «piedra» sobre la que se edificó la Iglesia, no escribió más que dos Epístolas de 
puro trámite —la segunda de las cuales es pseudoepigráfica, eso es redactada por otro— que no representan más que un 2% de todos los textos neotestamentarios. 
Santiago, hermano de Jesús y primer responsable de la Iglesia primitiva y, por ello, un testigo inmejorable, apenas aportó otro 1 % al Nuevo Testamento con su 
Epístola (también de dudosa autenticidad). Por paradójico que parezca, es obvio que entre los redactores neotestamentarios prevaleció una norma bien extraña: 
cuanto más cercanos a Jesús se encontraban, menos escritos suyos se aportaron al canon y viceversa. Francamente absurdo y sospechoso.

En fin, para ser breves, resulta que la inmensa mayor parte del testimonio en favor de Jesús, eso es el 79% del Nuevo Testamento,63 procede de santos varones 
que jamás conocieron directamente a Jesús ni los hechos y dichos que certifican. Tamaña barbaridad intentó ser apuntalada al declarar «inspirados» todos los 
textos del canon neotestamentario, pero entonces, dadas las infinitas contradicciones que se dan entre los propios Evangelios y sus inexactitudes históricas 
injustificables, se hizo quedar como un auténtico ignorante al mismísimo espíritu de Dios. ¡Menudo problema!

Las incoherencias tremendas que puede apreciar cualquiera que compare entre silos cuatro evangelios canónicos, resultan tanto más chocantes y graves si tenemos 
en cuenta que estos textos fueron seleccionados como los mejores de entre un conjunto de alrededor de sesenta evangelios diferentes. Los textos no escogidos fueron 
rechazados por apócrifos64 por la Iglesia y condenados al olvido. Buena parte de los apócrifos eran más antiguos que los textos canónicos y entre los rechazados 
había escritos atribuidos a apóstoles y figuras tan im-portantes como Tomás, Pedro, Andrés, Tadeo, Bartolomé, Pablo, Matatías, Nicodemo, Santiago... y textos tan 
influyentes en su época como el Evangelio de los Doce Apóstoles.65 Los cuatro evangelios canónicos citan a menudo textos que son originales de algún apócrifo y 
los primeros padres de la Iglesia, como Santiago, san Clemente Romano, san Bernabé o san Pablo, incluyeron en sus escritos supuestos dichos de Jesús procedentes 
de apócrifos.



COMO SE REALIZO LA SELECCION DE LOS EVANGELIOS CANONICOS

se realizó en el concilio de Nicea y fue ratificada en el de Laodicea. El modus operandi para, distinguir a los textos verdaderos de los falsos fue, 
según la tradición, el de la «elección milagrosa». Así, se han conservado cuatro versiones para justificar la preferencia por los cuatro libros canónicos: 
1) después de que los obispos rezaran mucho, los cuatros textos volaron por sí solos hasta posarse sobre un altar; 
2) se colocaron todos los evangelios en competición sobre el altar y los apócrifos cayeron al suelo mientras que los canónicos no se movieron; 
3) elegidos los cuatro se pusieron sobre el altar y se conminó a Dios a que si había una sola palabra falsa en ellos cayesen al suelo, cosa que no 
sucedió con ninguno; 
4) penetró en el recinto de Nicea el Espíritu Santo, en forma de paloma, y posándose en el hombro de cada obispo les susurró qué evangelios eran los 
auténticos y cuáles los apócrifos (esta tradición evidenciaría, además, que una parte notable de los obispos presentes en el concilio eran sordos o muy descreídos, 
puesto que hubo una gran oposición a la elección —por votación mayoritaria que no unánime— de los cuatro textos canónicos actuales).

Uno de los muchos absurdos que heredamos a partir de ese episodio de selección de textos inspirados es de aúpa: dado que la autenticidad de los evangelios canónicos 
no estaba unánimemente reconocida por los obispos cristianos, hasta el punto de que tuvo que ser impuesta por la autoridad — de una votación mayoritaria en un 
concilio — de la Iglesia, ¿qué autoridad puede tener una Iglesia que hoy dice basar su autoridad en unos evangelios dudosos que ella misma tuvo que avalar cuando 
ni ella ni los textos gozaban aún de autoridad alguna?.


Continua...









jueves, 4 de octubre de 2012

EL SEXO EN LA BIBLIA


Un tema muy delicado para unos, y que nunca se a hablado como se debe, ya que siempre la biblia a sido manipulada para beneficio propio y nunca para darse a conocer la verdad.
E aqui una breve recopilacion de algunos temas sexuales que existen en la biblia, el mas conocidos de todo, Lot y sus dos hijas.





EL SEXO EN LA BIBLIA: SANTOS Y PECADORES

Las sagradas escrituras resultan a veces desconcertantes.

Se trata de una colección de libros que contienen violaciones, abusos sexuales, "quítate tú para ponerme yo", amores ilícitos, exhibicionismos, incestos, un poco de amor gay y una obsesión con la circuncisión.

El incesto: Lot es seducido por sus hijas

En la Biblia, Lot, el sobrino de Abraham, vivía en Sodoma, una ciudad tan llena de pecado que incluso quisieron violar en plena calle a los enviados de Dios. Los ángeles lograron vencer a la muchedumbre, pero Dios decidió destruir a la ciudad y a la vecina Gomorra allí mismo. Tan sólo se salvaría Lot, su mujer y sus dos hijas, que no tienen nombre en la Biblia.

A la mujer de Lot se le ordenó no mirar atrás, pero lo hizo y se convirtió en un poste de sal. El recién enviudado Lot se instaló en una cueva con sus hijas, que al verse solas y creyendo que eran las únicas que quedaban en el mundo, decidieron emborrachar a su padre y tener relaciones con el ebrio anciano para poder tener hijos.

"Al día siguiente dijo la mayor a la pequeña: "Mira, yo me he acostado anoche con mi padre. Vamos a propinarle vino también esta noche, y hoy entras tú a acostarte con él; así engendraremos de nuestro padre descendencia".

─ Génesis 19:34.

"Las dos hijas de Lot quedaron encinta de su padre. La mayor dio a luz un hijo, ye le llamó Moab: padre de los actuales moabitas. La pequeña también dio a luz un hijo, ye le llamó Ben Ammí: es el padre de los actuales ammonitas".

─ Génesis, 19:36-38.

La violación de Dina y la circuncisión masiva

La Biblia cuenta, en Génesis 34, que Jacob vivía con su familia entre los jivitas, un pueblo pagano, pero pacífico.

"Dina, la hija que Lía había dado a Jacob, salió una vez a ver a las mujeres del país. Siquem, hijo de Jamor el jivita, príncipe de aquella tierra, la vio, se la llevó, se acostó con ella y la humilló. Su alma se aficionó a Dina, hija de Jacob, se enamoró de la muchacha y trató de convencerla. Siquem dijo a su padre Jamor: "Tómame a esta chica por mujer".

─Génesis 34:1-4

Los hijos de Jacob fueron a hablar con Siquem, que al parecer tenía verdadera devoción por la sometida Dina. Pusieron una extraña condición: que los jivitas se cortaran el prepucio. Todos.

"No podemos hacer tal cosa: dar nuestra hermana a uno que es incircunciso, porque eso es una vergüenza para nosotros. Tan sólo os la daremos a condición de que os hagáis como nosotros, circuncidándose todos vuestros varones".

─Génesis 34:14-15

La historia parece que va a acabar como una versión pacífica y positiva de Romeo y Julieta, pues Siquem convenció a todos los varones que se circundaran en una ceremonia masiva en su ciudad.

Sin embargo, las intenciones de los hermanos eran otras y la historia no acabó nada bien para Siquem.

"Pues bien, al tercer día, mientras ellos estaban adoloridos, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, blandieron cada uno su espada y entrando en la ciudad sin peligro mataron a todo varón. También mataron a Jamor y a Siquem a filo de espada, y tomando a Dina de la casa de Siquem, salieron".

─Génesis 34:25-28.

Cuando Jacob recriminó a sus hijos, replicaron ellos: "¿Es que iban a tratar a nuestra hermana como a una prostituta?"

La telenovela de Judá y Tamar

En hebreo, yibbum es la práctica bíblica de que si el hermano casado muere, su hermano menor debe tomar el lecho con su cuñada hasta que se quede embarazada. Pero entonces, se pretendía que el hijo era del difunto, y el hermano que verdaderamente engendraba al niño perdía sus derechos. Esto también se conoce como el matrimonio levirato.

Este fue el caso extremo de Judá, cuyo hijo Er se casó con Tamar. Algo malo debió hacer Er, sin embargo, pues Dios lo mató.

Entonces Judá dijo a su hijo Onán: "Cásate con la mujer de tu hermano y cumple como cuñado con ella, procurando descendencia a tu hermano."

─ Génesis 18:8

A Onán no le pareció muy bien la idea, y aunque "si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a tierra, evitando el dar descendencia a su hermano".

El coitus interruptus no agradó a Dios, y también mató a Onán. Entonces dijo Judá a su nuera Tamar: "Quédate como viuda en casa de tu padre hasta que crezca mi hijo Selá."

Pasaron los años, Judá enviudó y Tamar se veía que el tiempo pasaba. Ni corta ni perezosa, se disfrazó de prostituta, sedujo a su suegro (sin que éste se diera cuenta que estaba "sembrando" con su propia Nuera).

Judá no tenía con qué pagar a Tamar por sus servicios. Mientras le enviaba el pago (un cabrito), Tamar exigió de prenda su sello, su cordón y el bastón que tenía Judá en la mano.

"Como a los tres meses aproximadamente, Judá recibió este aviso: "Tu nuera Tamar ha fornicado, y lo que es más, ha quedado encinta a consecuencia de ello." Dijo Judá: "Sacadla y que sea quemada."

Pero cuando ya la sacaban, envió ella un recado a su suegro: "Del hombre a quien esto pertenece estoy encinta", y añadía: "Examina, por favor, de quién es este sello, este cordón y este bastón."

Judá lo reconoció y dijo: "Ella tiene más razón que yo, porque la verdad es que no la he dado por mujer a mi hijo Selá." Y nunca más volvió a tener trato con ella.

─ Génesis 38:24-26

Al parecer, Judá era muy fértil pese a su edad, pues Tamar dio a luz a dos mellizos.

Y ocurrió que, durante el parto, uno de ellos sacó la mano, y la partera le agarró y le ató una cinta escarlata a la mano, diciendo: "Este ha salido primero."

Pero entonces retiró él la mano, y fue su hermano el que salió. Ella dijo: "¡Cómo te has abierto brecha!" Y le llamó Peres. Detrás salió su hermano, que llevaba en la mano la cinta escarlata, y le llamó Zéraj.

─ Génesis 38:28-30.

Cuando casi violan a José

El capítulo 39 de Génesis cuenta que José fue vendido en esclavitud a Pitufar, un eunuco de la corte del Faraón de Egipto. Poco después, la mujer de Pitufar quiso seducir a José. El casto muchacho se negó, y la mujer empezó una campaña de asedio y seducción que no dio resultado.

Y entonces la mujer decidió tomar al toro por los cuernos:

Hasta que cierto día entró él en la casa para hacer su trabajo y coincidió que no había ninguno de casa allí dentro. Entonces ella le asió de la ropa diciéndole: "Acuéstate conmigo." Pero él, dejándole su ropa en la mano, salió huyendo afuera.

La mujer entonces acusó a José de quererla seducir, y José fue preso.

Aunque después José se convirtió en virrey de Egipto, le tocó vivir otro episodio nada agradable. Cuando Israel, el padre de José agonizaba, le hizo jurar al muchacho que no lo iba a enterrar permanentemente en Egipto, sino que algún día le daría sepultura en Palestina.

Lo único que claro, en aquel entonces cuando los hombres juraban, se ponían la mano en sus testículos (de ahí testimonio).

Israel le pidió a su casto hijo que "Si he hallado gracia a tus ojos, pon tu mano debajo de mi muslo y hazme este favor y lealtad: No me sepultes en Egipto".

Jefté sacrifica a su hija virgen

Jefté era un guerrero que fue encargado para pelear contra los ammonitas. Una especie de mercenario, tenía devoción por su hija, a la cual la Biblia no le pone nombre.

Por si las moscas, camino al campo de batalla, Jefté hizo una extraña promesa a Dios: "Si entregas en mis manos a los ammonitas, el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso de los ammonitas, será para Yahveh y lo ofreceré en holocausto."

─ Jueces 11:30-31.

Jefté fue victorioso, pero cuando llegó a su casa, la imagen le hizo palidecer: ¡su propia hija salió a recibirla bailando con panderetas!

Al verla, rasgó sus vestiduras y gritó: "¡Ay, hija mía! ¡Me has destrozado! ¿Habías de ser tú la causa de mi desgracia? Abrí la boca ante Yahveh y no puedo volverme atrás".

─Jueces 11:35

Aunque todo tuvo un ribete trágico, de repente la hija de Jefté (que aceptó con gusto su propio sacrificio), hizo una petición rara en un episodio bíblico bastante extraño de por sí:

"Que se me conceda esta gracia: déjame dos meses para ir a vagar por las montañas y llorar con mis compañeras mi virginidad."

"Vete." Y la dejó marchar dos meses. Ella se fue con sus compañeras y estuvo llorando su virginidad por los montes. Al final, volvió y murió a manos de su padre.

Los sabios bíblicos se rascan la cabeza con este episodio tan poco común, y algunos especulan que la hija era miembro de un culto sexual que idolatraba a los dioses paganos. Pero por ahora, eso se ha quedado en pura especulación.

Los violadores de Guibeá se salen con la suya

Un sacerdote judío se peleó con su amante, y ésta se fue a Belén a casa de su padre. El joven levita se arrepintió, y fue a recogerla para hacer las paces. En el camino de regreso a casa, se hospedaron en Guibeá, en una zona que controlaba la tribu israelita de Benjamín.

En ese pueblo, un anciano hospedó a la pareja y su criado, y entonces casi se repitió la escena de Sodoma:
Los hombres de la ciudad, gente malvada, cercaron la casa y golpeando la puerta le dijeron al viejo, dueño de la casa: "Haz salir al hombre que ha entrado en tu casa para que lo conozcamos."

─Jueces19:22

El sacerdote, sin embargo, no era muy valiente: Entonces el hombre tomó a su concubina y se la sacó fuera. Ellos la conocieron, la maltrataron toda la noche hasta la mañana y la dejaron al amanecer. Llegó la mujer de madrugada y cayó a la entrada de la casa del hombre donde estaba su marido; allí quedó hasta que fue de día.

El joven montó a su concubina en el asno, y regresó a su pueblo en las montañas.

Llegado a su casa, agarró un cuchillo y tomando a su concubina la partió miembro por miembro en doce trozos y los envió por todo el territorio de Israel.

– Jueces 19:20

El joven logró que se hiciera una asamblea, que condenó a muerte al pueblo de Guibeá. Pero como el pueblo era parte de la tribu de los benjamitas, éstos decidieron defenderse. Casi todos los hombres fueron exterminados, salvo 600 guerreros que se refugiaron en la Peña de Rimmón.

Los israelitas de repente se dieron cuenta que estaban a punto de exterminar a una tribu de Israel, y entonces se arrepintieron, llegando a una macabra conclusión: como la gente de Yabés de Galaad no había enviado a ningún guerrero, mandaron matar a todos los hombres de ese pueblo, y las doncellas fueron dadas a los sobrevivientes benjamitas.

El capítulo de Jueces termina así: "Por aquel tiempo no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le parecía bien".

No sólo Goliat fue tumbado por David

David es uno de esos personajes bíblicos que aunque hace actos que actualmente serían calificados de barbaridades, nunca pierde la popularidad ante Dios.

Primero, David se hizo muy pero que muy amigo de Jonatán, el hijo del rey Saúl.

En acabando de hablar David a Saúl, el alma de Jonatán se apegó al alma de David, y le amó Jonatán como a sí mismo. Le retuvo Saúl aquel día y no le permitió regresar a casa de su padre. Hizo Jonatán alianza con David, pues le amaba como a sí mismo. Se quitó Jonatán el manto que llevaba y se lo dio a David, su vestido y también su espada, su arco y su cinturón

─ I Samuel 18 (1-4).

Jonatán murió después en una batalla, y David se lamentó así:


¡Jonatán! Por tu muerte estoy herido, por ti lleno de angustia, Jonatán, hermano mío, en extremo querido, más delicioso para mí tu amor que el amor de las mujeres.

─ II Samuel 1

David intentó buscar otras delicias entre las mujeres, y por intentar no se quedó corto.

Un atardecer se levantó David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey cuando vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa.

Mandó David para informarse sobre la mujer y le dijeron: "Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías el hitita."

David envió gente que la trajese; llegó donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y envió a decir a David: "Estoy encinta."

─II Samuel 11:2-5.

Aquí David intentó por todos los medios que Urías se acostase con su esposa para así encubrir el adulterio, pero Urías se negó porque sus tropas estaban durmiendo en el suelo.

Y entonces David decidió librarse de Urías. Escribió una carta a su comandante: "Poned a Urías frente a lo más reñido de la batalla y retiraos de detrás de él para que sea herido y muera."

Después del luto, Betsabé se hizo concubina de David. De su unión nació Salomón.

Justo antes, David había bailado en celebración de Dios, y al parecer durante el baile enseñó algo más que su devoción.

Cuando se volvía David para bendecir su casa, Mikal, hija de Saúl, le salió al encuentro y le dijo: "¡Cómo se ha cubierto hoy de gloria el rey de Israel, descubriéndose hoy ante las criadas de sus servidores como se descubriría un cualquiera!"

Ya cuando David estaba viejo, sus criados decidieron con "una joven virgen que sirva al rey, y le atienda; que duerma en tu seno y dé calor a mi señor el rey buscó una muchacha hermosa por todos los términos de Israel y encontraron a Abisag la sunamita, y la llevaron al rey. La joven era extraordinariamente bella; cuidaba y servía al rey, pero el rey no la conoció".

El hijo de David viola a su propia hermana

El hijo primogénito de David, Amnón, se enamoró de su media hermana, Tamar. Tras hablar con un amigo, se hizo el enfermo y le pidió a su padre que Tamar le cocinara algo.

La obediente hija fue y cocinó unas frituras y se las llevó a su hermano Amnón.

"Él la sujetó y le dijo: "Ven, acuéstate conmigo, hermana mía." Pero ella respondió: "No, hermano mío, no me fuerces, pues no se hace esto en Israel. No cometas esta infamia.

¿A dónde iría yo deshonrada? Y tú serías como un infame en Israel. Habla, te lo suplico, al rey, que no rehusará entregarme a ti."

Pero él no quiso escucharla, sino que la sujetó y forzándola se acostó con ella.

─II Samuel 13:10-14.

A Amnón le dio asco, y al terminar expulsó de su cuarto a su propia hermana. David, que tampoco era un santito, se disgustó mucho con su hijo, pero no hizo nada en su contra.

La violada se pasó el resto de sus días en casa de su hermano, Absalón, que decidió vengar a su hermana dos años más tarde, asesinando a Amnón. Al final, Salomón fue ungido rey de Israel.

Salomón fue conocido por su sabiduría, pero es el playboy de la Biblia: Según Reyes 11:3, tuvo 600 mujeres, princesas, y 300 concubinas.

RASPUTIN





Grigori Yefímovich Rasputín, nació en un pueblo de la Siberia llamado
Prokróvskoie el 22 de enero de 1869. La
historia de este místico personaje ruso está
llena de anécdotas. Si bien es cierto que
provenía de una familia campesina humilde y
sin aspiraciones intelectuales, también es
cierto que, de una manera muy extraña y
apadrinado por el destino de ser un hombre
santo y con poderes sobrenaturales, logró
inmiscuirse en las capas más altas de la
sociedad rusa. Cuentan que su fama empezó a
sus doce años. En el pueblo donde vivía
surgió una pelea campal entre campesinos.
Alguien había robado un caballo de un corral
y la gente furiosa buscaba al animal. Cuando
entraron a la casa de los padres de Rasputín,
vieron a un muchacho tirado en la cama y con
una fiebre galopante. Los campesinos
expresaron la causa de su visita. De pronto se
levantó el jovenzuelo y dijo:
- No busquen a nadie, el ladrón esta
entre ustedes.
Y apuntó con el dedo a un campesino, quien se negó rotundamente de ser el
ladrón. Entonces los agricultores asombrados le preguntaron, de cómo sabía quien era el
ladrón, a lo que contestó:
- Lo sé con seguridad.
Los visitantes no le dieron mucha importancia y creyeron que estaba alucinando
a consecuencia de la fiebre. Luego se marcharon sin encontrar el caballo. Pero un par de
hombres pensaron que podía haber algo de cierto en las palabras del adolescente. Y al
despuntar la noche, lo persiguieron al sospechoso campesino. De repente entró a una
cabaña y luego salió con el caballo robado. Al día siguiente corrió el rumor, en todo el
pueblo, que Rasputín era adivino. Y empezó su fama que, con el tiempo, fue
ascendiendo vertiginosamente. Confiado en su reputación comenzó a predecir cosas a
diestra y siniestra. Algunas resultaban ser ciertas y otras no.
Lo cierto es que en aquellos tiempos, los rusos eran muy supersticiosos y se
dejaban influir por todo lo místico y falsas profecías. La historia cuenta que en la
Siberia surgieron personas sagradas de toda índole y claravidentes que predecían el
destino de los hombres. La superstición era parte de la vida cotidiana.
Rasputín era la oveja negra de la familia y sus padres se preocupaban mucho por
su destino. No le gustaba trabajar, bebía con frecuencia, era un camorrero de primera y
se la pasaba mirando a mujeres. Se cree que estaba involucrado en robos, aunque nunca
le pillaron con las manos en la masa.
Su voraz apetito sexual empezó a temprana edad y dicen que sus métodos de
conquista eran cada vez más groseros y vulgares. Paradójicamente a su mal
comportamiento se interesó, desde muy joven, por la religión. Empezó entonces a
visitar monasterios, acto que causó risas y comentarios en el pueblo porque era
conocido más bien como un truhán que aplanaba las calles molestando a mujeres. A los
18 años ingresa a una secta religiosa erótica de nombre “Los flagelantes” (Khlysty). Los
miembros de esta secta adoraban, entre otros, a los dioses del placer y la pasión. Creían
que el arrepentimiento se alcanzaba mediante el pecado y practicaban orgías con
frecuencia. Según el dogma de “Los flagelantes”, el orgasmo es el momento “en el que
el espíritu santo se posa sobre los hombres”.
Tomando en cuenta su comportamiento, los padres querían que su hijo siguiera
la tradición familiar. Es decir, que se dedicará a la agricultura y se haga cargo de las
tierras de la familia, pero Rasputín jamás mostró interés por llevar adelante ese tipo de
trabajos. Sin embargo, da señales de buen comportamiento, cuando anuncia su boda,
con Praskovya Fyodorovna, en 1889. El matrimonio parece ser feliz y empieza a
trabajar en el campo. Nace su primer hijo Dimitrij. Después de un tiempo nacen sus
hijas María y Varvara. Tres años más tarde nace un cuarto hijo, pero al poco tiempo de
este acontecimiento, muere su hijo mayor Dimitrij.
Rasputín se sumerge en este dolor que lo atormenta día a día y empieza a
interesarse por la religión. El cruel destino hizo conocer a la familia campesina otra
tragedia: su hijo menor mostraba señales de retraso mental. Estos golpes de la vida,
desembocaron, nuevamente, en el alcohol y en el distanciamiento de su familia. Un
cierto día, después de haber trabajado en el campo, Rasputín volvió a casa y contó a su
mujer que mientras trabajaba, de pronto, se le presentó un ángel y le aconsejó que se
vaya de peregrinaje. Este cuento, construido por Rasputín, fue un pretexto para
abandonar a su familia.
Es así, que empezó a deambular por los pueblos de Rusia, rezando oraciones y
viviendo de la caridad. Para dar un aspecto de hombre santo, utilizaba una vestimenta de
sacerdote de pueblo. Se dejó crecer una barba espesa y el pelo le llegaba hasta los
hombros. A todo esto se suma, su fuerte personalidad, su carisma y su gran capacidad
oratoria capaz de convencer a cualquier ser humano. Después de dos años de
peregrinaje vuelve a su pueblo. La gente observaba un notable cambio en Rasputín. Ya
no era ese hombre ebrio que carecía de educación. Ahora lo miraban como a un hombre
santo rodeado de misticismo. Era el nuevo Mesías del pueblo, pero en realidad la vida
en una pequeña aldea ya no le gustaba y decidió marcharse a San Petersburgo.
Esta vez como el Padre Grigori, oriundo de la Siberia. Allí oraba en todas partes
y su fama fue creciendo más y más. El ocultismo, lo místico estaba de moda en San
Petersburgo y esto le caía como anillo al dedo a Rasputín. Lo esperaban con los brazos
abiertos. Todas las damas de la alta sociedad rusa querían encontrarse con el hombre de
poderes sobrenaturales.
Rasputín sanó a una mujer de sus crónicos dolores de cabeza. Hizo lo que
ningún médico había logrado en mucho tiempo. Gracias a su carisma y verborrea
lograba influir en una persona hasta que caiga en un estado de hipnotización. Y, como
resultado, conseguía algunos logros que lo situaba en el pedestal más alto de los
místicos rusos. Algunas damas se enamoraban de él, pese a su vestimenta y aspecto
descuidado. Lo comparaban con Cristo, le hacían generosos obsequios y la gente
llegaba donde estaba Rasputín como si realmente fuera el Salvador de todas las
enfermedades.
El padre Gregori aprovechó al máximo su fama, respeto y admiración a su
persona. En sus “tratamientos médicos” incluía lo sexual. Era considerado hombre santo
y la mujer que se unía a él, en cuerpo y alma, recibía una parte de su santidad. Para
seducir a las damas aplicaba muy sutilmente una filosofía que le permitía tener actos
sexuales con diferentes mujeres. Decía que para ser absuelto de un pecado, había que
pecar primero. Este proceso se daba, según él, en tres formas: el pecado, el perdón y la
salvación.
El momento más importante en su vida ocurrió a sus 35 años, cuando visitó, por
primera vez, a los zares de Rusia, Alexandra Fedorovna y Nicolás II. Se presentó en el
palacio con su ropa sucia y dicen que sus botas dejaban huellas de barro al caminar.
Cuando se dirigió a los monarcas no utilizó la palabra “majestad”. Le dijo madre a
Alexandra y padre a Nicolás. De algún modo esas palabras causaron un sentimiento de
paternidad y maternidad en los máximos dirigentes del Imperio Ruso. Rasputín venía
del pueblo y los emperadores querían sentirse padres del pueblo. Y aceptaron, de mil
amores, al forastero con fama de ahuyentar enfermedades. A partir de este momento
empieza a frecuentar en el Palacio Tsarskoje Selo. Se quitó el hábito de cura y comenzó
a enrolarse con damas aristocráticas.
La zarina Alexandra, se puso muy contenta al enterarse que ese hombre de
aspecto descuidado era un curandero por excelencia. Pues la zarina sabía que su hijo
Alexej adolecía de hemofilia. Lo cuidaba como a una joya, hasta que un cierto día se
cayó de una silla y se dio un fuerte golpe en una pierna. El golpe desató una hemorragia
interna. Alexandra en su desesperación llamó a muchos médicos y nadie pudo parar el
flujo de sangre que corría en la pierna del niño. El heredero del trono se estaba
muriendo, hasta que finalmente llamaron a Rasputín. Apenas llegó al Palacio, se dirigió
a la cama donde se encontraba Alexej, le tocó suavemente el cuerpo y susurró oraciones
en voz baja. Al poco tiempo se hizo el milagro. La hemorragia desapareció y la vida de
Alexej estaba salvada. Para la zarina Alexandra no cabía duda que Rasputín, con este
milagroso hecho, había confirmado su santidad. Y, por lo tanto, se merecía veneración.
Como recompensa recibió muchos regalos de la familia imperial.
El forastero de Siberia se convirtió, por así decirlo, en un hombre con poder del
Palacio Tsarskoje Selo. Por medio de él, conseguían algunas personas favores que
fueron bien recompensados con carísimas antigüedades.
En cambio el zar Nicolás II no se impresionó mucho de los logros de Rasputín,
pero notaba que la zarina Alexandra se sentía más tranquila cuando él se encontraba en
el palacio.
Rasputín tenía dos personalidades. Por un lado era un hombre santo, curandero
de enfermedades y que se mostraba como un dios ante la familia imperial. Por otro lado,
era un depravado sexual. Dicen que tenía un apartamento sencillo en el centro de San
Petersburgo, donde acumulaba los onerosos obsequios. Y además, donde bebía a rienda
suelta, seducía a las damas de la alta sociedad y participaba en orgías. Este enfermo
comportamiento, fue cuestionado por el pueblo y los aristócratas, quienes empezaron a
dudar de su santidad. La Iglesia empezó a perder la confianza en el hombre barbudo de
poderes celestiales y que había gozado de grandes privilegios durante años.
Piotr Stolypin, presidente del gobierno ruso, hizo una investigación acerca de la
vida de Rasputín. El resultado fue espantoso y decidió que el “hombre santo” debía
abandonar San Petersburgo. Rasputín obedeció la orden y se marchó a Jerusalén. Sin
embargo, mantenía correspondencia con la zarina Alexandra. Después de un corto
tiempo vuelve a Rusia. Se encontraba en Kiev, donde se desarrollaba una manifestación
en la que participaba Stolypin. Rasputín estaba viendo a la gente que marchaba, cuando
de repente divisó a Stolypin. Entonces levantó la mano y señalando al hombre que lo
había expulsado de San Petersburgo exclamó en voz alta: “que lo cargue la muerte. La
muerte lo persigue”. Rasputín pronunció esas palabras de boca para afuera, y
seguramente no tenía la menor certeza de que eso iba a ocurrir. Pero la verdad es que
Piotr Stolypin fue asesinado, con dos tiros, cuando estaba viendo una ópera en Kiev. El
asesino fue capturado, sometido a la justicia y luego ahorcado.
Rasputín vuelve a San Petersburgo. Lo reciben bien los zares y empieza de
nuevo a tener gran influencia en el Palacio Tsarskoje Selo.
Nicolás II, influido por su esposa Alexandra, solía preguntar al Monje siberiano
cuando había que evaluar complejas situaciones políticas. Pero a medida que transcurría
el tiempo, y dadas las circunstancias políticas mundiales de entonces, el emperador ruso
se vio obligado a enfrentar problemas mayores. La Primera Guerra Mundial había
estallado y el ejército ruso debía armarse aún más. Las dificultades políticas internas
pasaron a segundo grado; quedando así, estas tareas, en las manos de la zarina. Un
hecho que no gustó mucho a los aristócratas, porque la zarina Alexandra estaba bajo el
control de Rasputín, quien no obedecía ninguna lógica ni proceso racional, sino más
bien confiaba en fuerzas místicas y sobrenaturales. En estas condiciones, se hicieron
cambios ridículos en el gobierno, se cometían atropellos y la economía rusa empeoró.
La escritora rusa, Marina Kostritzina, escribió: “Rasputín lo tuvo todo:
relaciones notables, influencia, dinero, fama, amigos, enemigos, acceso al poder y
amoríos. Mientras que para los monárquicos fue el causante de la quiebra de la familia
imperial, los partidos políticos opositores al régimen opinaban que su figura
simbolizaba el deterioro definitivo de la realeza y veían en él la suma de sus
arbitrariedades y defectos”.
Los enemigos de Rasputín, que eran cada vez mayor en número, escribieron una
carta abierta alegando que éste, no solamente gozaba del poder gubernamental, sino que
también era el amante de la zarina. Ese documento hizo que algunos miembros de la
familia imperial hablaran con la zarina para que abandonase a Rasputín, pero no hizo
caso. Y, por consiguiente, decidieron que el visionario aventurero debería ser asesinado.
El príncipe Felix Jusupov fue quien dirigió el crimen y lo planificó detalladamente.
Rasputín tenía conocimiento que la esposa de Jusupov, Irina, era joven y bella. Jusupov
le envío una invitación para una fiesta familiar. El Monje aceptó con gusto. El 1 de
enero de 1916, Rasputín se encontraba en dicha fiesta, donde había abundante comida y
vino de su gusto, pero mezclado con veneno. Apenas llegó, preguntó por la hermosa
dama que, según su esposo, llegaría más tarde.
Poco tiempo después Rasputín sentía sueño y preguntó, una vez más, por Irina.
El príncipe Jusupov se levantó de su asiento para “traerle” a su esposa. Pero en realidad,
volvió con un revolver en la mano y desde corta distancia disparó dos tiros a Rasputín,
quién cayó al suelo, pero extrañamente se volvió a levantar. El príncipe Jusupov, que no
era un criminal con experiencia, disparó mal. Los dos tiros no eran mortales y el
siberiano hacia la calle. De pronto, otros miembros de la familia imperial acribillaron al
siberiano con disparos, acabando con su vida. La zarina Alexandra dio orden para que
su cuerpo fuera enterrado en el Palacio Imperial.
Un año más tarde, estalla la Revolución Rusa. El Zar Nicolás II y su familia
fueron llevados a la Siberia como prisioneros y en 1918 fueron ejecutados. Así se dio
fin a una dinastía que trataba de expandir la influencia rusa. Y a un hombre que, pese a
sus “milagros”, logró quebrantar las estructuras de la monarquía rusa y su pueblo.